sábado, 13 de marzo de 2010

Fue en una farmacia.


Esta historia cuenta la primera experiencia de un amigo mío, según me contó él mismo, hace ya muchos años. Fue de lo más chocante.

Por aquel entonces tenía 16 años, según me dijo.

Fue a la farmacia, a comprar su primera caja de condones. La farmacéutica era muy guapa, estaba muy buena, y se dio cuenta enseguida de que mi amigo era completamente novato en esas cuestiones.

Le entregó la caja de condones, y le preguntó si sabía cómo usarlos.

Le contestó con sinceridad: No, nunca había usado ninguno.

Así es que ella abrió la caja, sacó uno de los condones y se lo puso en el pulgar, que utilizó a modo de pene.

Le advirtió que era muy importante que se asegurara de que quedara bien ajustado y seguro.

Mi amigo estaba absolutamente confundido, cuando ella echó una ojeada a la tienda. Estaba vacía.

Le dijo, “espérate un segundo”, se dirigió a la puerta y la cerró. De la mano se llevó a mi amigo a la trastienda. Allí, se desabotonó la blusa y se la quitó. Se desabrochó el sostén y lo dejó al lado.

Había sentido el morbo de estrenar al alucinado chico.

Le preguntó: ¿te sientes excitado?

La verdad es que mi amigo estaba tan sorprendido y acojonado, que todo lo que pudo hacer fue asentir con la cabeza.

La chica le dijo que se pusiera el condón. Mientras se lo ponía, ella se quitó la falda y las bragas y se acostó en el escritorio.

“Venga”, le dijo, “no tenemos mucho tiempo”.

Se echó encima. Fue fantástico, según me contó, pero al ser novato y estar tan excitado, la cosa no duró mucho, y en un plis-plas todo había terminado.

Una vez acabada la función, le preguntó “te pusiste bien el condón, ¿verdad?”

¡Claro!, le dijo, mientras, orgulloso, le mostró el pulgar, donde estaba el condón, bien puesto y bien ajustado.