jueves, 14 de enero de 2010

Nativo de la Capadocia.



Remigio Cortillo estaba parado, rebuscando entre los letreros del portal de un enorme edificio. Quería consultar a un especialista.

-A ver, Ramirez Malasaña - Abogados, J. Ricote - Notaría, Dr. Piñero - Dentista, Asuntos Sociales - Matamoros, Dr. Castro – Urólogo, aquí es.

Cortillo subió hasta el 2º-2ª y tocó el timbre. Lo recibió un señor seco, con un bigote que le llegaba hasta la barba.

-Buenas tardes, caballero.

-Buenas tardes, doctor.

-¿Qué se le ofrece?

-Venía a hacerle una consulta médica.

-Muy bien, yo soy médico. ¿Tiene hora concertada?

-No, no sabía que hubiese que pedir hora.

-Pues sí, hay que pedirla. ¿Qué hora quiere pedir?

-Hombre, yo, si pudiera ser, querría pedir ésta de ahora mismo.

-Concedida, pase a mi despacho.

Entraron ambos y el Dr. Castro le ordenó bajarse los pantalones y los calzoncillos. Cortillo se quedó en bolas y se sentó en un taburete de rejilla, frente a la mesa. Desde el otro lado, en un magnífico butacón, el galeno miraba al paciente.

-¿Y bien?, usted  me dirá.

-1,80 aproximadamente.

-Yo soy más alto que Vd. y no voy por ahí presumiendo, pero lo que quiero es  que me diga a qué ha venido.

-Yo desearía hacerme una vasectomía y he venido a que me informe de los detalles, en qué consiste, etc.

-Mire: la vasectomía, técnicamente llamada capación clínica, es un sistema anticonceptivo generalmente masculino y difícilmente reversible, con lo cual el hombre que se quiere someter a ella lo debe de tener muy claro y meditado. ¿Usted lo ha pensado a fondo?

-Yo sí, lo llevo cavilando las 24 horas del día y las 24 de la noche. Por las tardes no, que me echo una siesta.

-Muy bien, así me gusta. Será usted un estupendo capón.

-Oiga doctor, y mi mujer, ¿podrá seguir teniendo hijos?

-Sí, sí, naturalmente, su señora no se verá afectada; de hecho tal vez ninguno de sus hijos sea de usted, y seguro que ninguno de los próximos.

-Ah, pues en eso no había caído yo. Pero de todas formas estoy seguro de mi decisión.

-Hombres como usted quedan pocos, amigo. Me está impresionando su entereza. Es usted más moderno que Johan Strauss.

-¿El músico de los valses?

-No, el torero de Cartagena.

-Me halaga usted, Dr. Castro.

-Vamos chico, no me ruborice. A ver, deje que le palpe los cataplines. Soy un figura tocando huevos.

-Toque, toque ese huevo sin miedo. Al lado hay otro.

-Hummm, muy bien descendidos en el escroto, muy parejos... Tiene usted unos cojones para enmarcar, Sr. Cortillo.

-Gracias, gracias, es usted muy amable. Oiga, a todo esto, ¿la vasectomía duele mucho? Debe de haber practicado cientos, ¿no?

-En efecto, así que esté tranquilo, jamás me dolió ninguna.

-Eso me relaja.

-Bueno pues, amigo Cortillo, tiéndase en la camilla y procedamos a su hara-kiri testicular.

-¿Así esta bien?

-Perfecto. Bueno, veamos, hábleme de su pasado, retrotráigase a pasajes placenteros de su vida. Por cierto, ¿cuántos años tiene?

-Varios. Pero oiga, ¿es que no piensa anestesiarme?

-No, yo lo hago por sugestión hipnótica; por eso debe hablarme de su pasado, mientras le voy rebanando.

-Es que a mí siempre me cuesta mucho hablar de mi pasado, porque yo tengo, aquí donde me ve, un oscuro pasado.

-¿Cómo de oscuro?

-Negro zaíno.

-Bonito color. Combina con el fucsia esmeralda para un traje de luces. Pero, bueno, si no su pasado, cuénteme otra cosa para que no le duela.

-Bien, le contaré el pasado de un tío abuelo mío que se llamaba Luis igual que yo.

-¿Pero usted no se llamaba Remigio?

-Vale, pues yo me llamo Remigio igual que él.

-¿Que quién?

-Que mi tío Luis. ¿No está usted atento a lo que le digo, o qué?

-Hombre, Luis Remigio, yo estoy haciendo ver que le escucho, pero en realidad ya le estoy operando hace rato. Y si me desconcentro, lo mismo en vez de las orejas cortamos el rabo.

-Lo veo yo a usted muy taurino.

-Es que mi padre que en paz descanse, fue una figura en el arte de la tauromaquia. Llegó a ser subalterno de un banderillero. Todo un prodigio.

-Vaya suerte. Yo de pequeño quería ser eso.

-¿Matador de toros, diestro, picador, cabestro?

-No, prodigio, niño prodigio.

-Ah, claro, y se quedó en niño Remigio.

-Sí, como mi tío Luis. Por cierto, cuando ya sea más estéril que un ladrillo, ¿no se me aflautará la voz?

-En absoluto. Podrá usted seguir teniendo los graves de un barítono.

-Pero, ¿y si algo sale mal?

-Pues será usted soprano, que también se llevan un buen sueldo.

-!Pijo! Ahora que habla de dinero, no le he preguntado cuánto me va a costar la broma.

-No se preocupe por eso, ni se va a dar cuenta del pago. Doy muchas facilidades. Puede entregarme 300 en billetes ahora mismo, y para el resto tiene varias opciones, en metálico, al contado, a tocateja o en efectivo. Usted elige.

-Ah, es un alivio. Oiga, ¿y podré seguir trabajando con normalidad, o deberé guardar reposo?

-¿De qué trabaja usted?

-De mozo en un almacén de yunques; oficio claramente en receso.

-Pues podrá continuar mañana mismo con sus labores, eso sí, encorvado y blasfemando.

-A propósito doctor, ¿es usted casado?

-Yo no, pero mi esposa sí, varias veces.

-Yo es que si me caso ha de ser o por amor o por si acaso. Y ¿tiene hijos?

-Sí, dos, uno pequeño y otro más pequeño.

-¿Y es cierto que los hijos pequeños tienen celos de los menores?

-Suele pasar, pero en mi caso no, porque el menor es de tres años y el pequeño de siete centímetros.

-!Qué bello es ver a una familia unida por los vínculos afectivos y emocionales!

-No se crea, lo que une a la mía son las deudas.

-Bueno, doctor, ¿falta mucho aún?

-No, ya casi lo tenemos. Voy a dar unos puntitos de sutura. ¿Quiere aprovechar para que le borde algo, un angelito, una rosa...?.

-No porque ahí abajo sólo lo podría ver alguien que se escondiera en la taza del inodoro, o sea que...

-Si quiere le atravieso un hueso de pollo, como los que llevan en algunas tribus del Africa profunda puesto en la nariz.

-Tampoco, tampoco, que luego se rasca uno muy malamente y se le infectan los puntos.

-Buena observación, es usted un lince.

-¿Por lo sagaz?

-No, por lo del peligro de extinción.

-Doctor Castro, me mareo, todo me da vueltas, ¿qué pasa?

-Nada, no se alarme, está usted despertando de la anestesia y lleva un rato delirando.

-Ah, ¿ha sido el efecto de la anestesia? Pero, ¿no me dijo usted que esto se hacía con anestesia local?

-Sí, pero se me acabó la local y se la puse provincial, que cubre más área.

-Ese chiste es más viejo que Nefertiti.

-Ya, siempre lo digo. Lo cierto es que le puse anestesia en los genitales, pero como se ve que usted es de los que piensan con el pijo, el efecto le llegó hasta el cerebro.

-Ah, Si es por eso, bueno.

-Pues !hala!, señor Cortillo, ya se puede usted ir con su vasectomía nueva. Le he dejado que parece usted nativo de la Capadocia. Su señora estará orgullosa de su gesto.

-De hecho estoy separado. Ahora vivo con un compañero de trabajo. Verá cuando llegue a casa y le diga lo que acabo de hacer. !No se lo va a creer! Claro, como me tiene por tonto.

-Ya, ya...

-Es que ya estamos hartos de andar siempre con los dichosos preservativos.

1 comentario:

  1. Mu güeno, don Imperter.

    Si lo sé no me hago la besostomía que me jicieron en Calamocha, pero a vel, ej que uno no es de piedra. Y no me la jizo el Dr. Strauss ese de Cartagena, el torero famoso que también toribió en las Bendas, daquí de Mandril...

    Abrazos pa' ti y par tío Pencho

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